El peón y el señorito
EL PEÓN: ¿Y tú a qué vienes? ¿Qué quieres de nosotros? No eres de los nuestros... ¡Largo de aquí! EL SEÑORITO: Soy de los vuestros, ¡hermanos! EL PEÓN: ¿De los nuestros? ¡Anda ya! ¡Vaya ocurrencia! Mira mis manos, fíjate que sucias están, ¿lo ves? Huelen a estiércol y a pez, y tú tienes las manos bien blancas ¡a saber a qué huelen! EL SEÑORITO, tendiéndole las manos: Huélelas. EL PEÓN, tras oler las manos: ¡Qué extraño! Parece como si olieran a hierro. EL SEÑORITO: Así es, huelen a hierro. Durante seis años he llevado grilletes. EL PEÓN: ¿Y eso por qué? EL SEÑORITO: Pues porque me preocupa vuestro bienestar y quería liberaros a vosotros, gente oscura e ignorante, me rebelé contra vuestros opresores, me amotiné... Y por eso me encerraron. EL PEÓN: ¿Te encerraron? ¡Buena gana de armar bronca! (Dos años más tarde.) EL MISMO PEÓN, a otro: Oye tu Petrá ¿te acuerdas de aquel señorito que estuvo hablando contigo hace un par de veranos? EL OTRO PEÓN: Sí... ¿y qué? EL PRIMER PEÓN: Pues na, que dicen que hoy lo van a ahorcar, que ha salido ya la orden. EL SEGUNDO PEÓN: Seguía armando bronca, ¿o qué? EL PRIMER PEÓN: Pues, por lo visto. EL SEGUNDO PEÓN: ¿Sabes lo que te digo, Mitriai? A ver si nos agenciamos un pedazo de soga de la horca. Dicen que da mucha suerte. EL PRIMER PEÓN: Pues tienes razón. Habrá que intentarlo, vaya.
El peón y el señorito Turguéniev, 1878