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Cómo han logrado salirse con la suya

[...] he explicado que el capitalismo de la vigilancia representa una lógica de acumulación que no tiene precedentes en la historia y que viene definida por unos imperativos económicos nuevos de cuyos mecanismos y efectos no podemos dar cuenta con los modelos y los supuestos preexistentes. Eso no quiere decir que los viejos imperativos -la obsesión compulsiva por la maximización de beneficios, unida a la intensificación de los medios de producción, el crecimiento y la competencia- hayan desaparecido. Lo que sí significa, sin embargo, es que estos últimos deben operar ahora a través de los novedosos objetivos y mecanismos del capitalismo de la vigilancia. Repasaré brevemente aquí esos nuevos imperativos, y lo haré tanto a efectos de resumir el trayecto que ya hemos recorrido, como a modo de preludio de la respuesta a la pregunta sobre cómo han logrado salirse con la suya. La novedosa historia del capitalismo de la vigilancia comienza con el descubrimiento de un excedente conductual que esos capitalistas se encontraron más o menos hecho en el entorno digital en línea, cuando se dieron cuenta de que los «datos de escape» que atascaban los servidores de Google podían combinarse con las potentes capacidades analíticas de que disponía la compañía para producir predicciones sobre la conducta de los usuarios. Esos productos predictivos se convirtieron en la base de un proceso de ventas inmensamente lucrativo que acicateó la formación de unos nuevos mercados de la conducta futura . La inteligencia de máquinas de Google fue mejorando a medida que se incrementaba el volumen de datos generado, lo que, a su vez, fue redundando en unos mejores productos predictivos. Esa dinámica afianzó la presencia del llamado imperativo extractivo , que expresa la necesidad de que se formen economías de escala en la acumulación de excedente y que depende de unos sistemas automatizados que rastrean, buscan e inducen sin descanso más excedente conductual. Google impuso la lógica de la conquista y definió la experiencia humana como un recurso del que cualquiera se podía apropiar gratuitamente, que cualquiera podía transferirse convertido en datos y que cualquiera podía reclamar a modo de activos del negocio de la vigilancia. Además, la compañía aprendió a utilizar una amplia serie de estrategias retóricas, políticas y tecnológicas para ofuscar esos procesos y sus implicaciones. La necesidad de crear economías de escala alimentó una incansable búsqueda de nuevos suministros de elevados volúmenes de excedente conductual y propició una dinámica competitiva dirigida al acaparamiento de esos suministros de materia prima y a la búsqueda de espacios alegales desprotegidos en los que proseguir con esos actos de desposesión, tan inesperados como mal entendidos desde fuera. Los capitalistas de la vigilancia no dejaron en ningún momento de habituarnos (subrepticia y sistemáticamente) a sus pretensiones. En el proceso, hicieron rehén de sus operaciones nuestro acceso a información y servicios necesarios, e hicieron que nuestros medios de participación social resultaran indistinguibles de sus intereses comerciales particulares. La fabricación de productos predictivos lucrativos depende del excedente conductual, y la competencia elevó los retos de la búsqueda de suministros a un nuevo nivel, expresado en forma de un imperativo predictivo . Para crear productos predictivos más potentes, se hacían necesarias economías de alcance , y no solo de escala: era precisa variación, además de volumen. Esa variación tiene dos dimensiones distintas. La primera es su extensión a lo largo y ancho de una amplia serie de actividades; la segunda es su profundidad de detalles predictivos dentro de cada actividad. En esta nueva fase de intensidad competitiva, los capitalistas de la vigilancia se han visto forzados a trascender el mundo virtual y trasladarse también al mundo real. Para esta migración se necesitan nuevos procesos automáticos, de máquinas, que permitan la rendición de todos los aspectos de la experiencia humana convertidos en datos conductuales. La competencia se traslada así al contexto de una arquitectura global (y en rápida evolución) de computación ubicua y, por consiguiente, de oportunidades igualmente ubicuas de suministro, pues cada vez hay expectativas más realistas y exigentes de que los productos predictivos se aproximen a la certeza absoluta y, con ello, garanticen resultados conductuales. Pero es que, además, en una tercera fase de intensidad competitiva, los capitalistas de la vigilancia también han descubierto la necesidad de crear economías de acción basándose en unos nuevos métodos que van más allá del rastreo, la captura, el análisis y la predicción de la conducta, pues les sirven ya para intervenir directamente y moldear activamente la conducta en la fuente misma de esta. El resultado es que los medios de producción se subordinan ahora a unos nuevos (y elaborados) medios de modificación conductual que recurren a diversos procesos de máquinas, técnicas y tácticas (afinación, «arreo», condicionamiento) para moldear la conducta individual, grupal y poblacional de tal modo que cada vez esté más próxima a dar unos resultados garantizados. Del mismo modo que el capitalismo industrial se vio impulsado hacia la intensificación continua de los medios de producción, también los capitalistas de la vigilancia están ahora atrapados en un ciclo de intensificación continua de los medios de modificación conductual. Los intereses de los capitalistas de la vigilancia han ido desplazándose desde el uso de procesos automatizados de máquinas para saber de nuestra conducta hacia el uso de procesos de máquinas para modelar nuestra conducta con arreglo a sus intereses. Dicho de otro modo, todo este trayecto de década y media de duración nos ha conducido desde la automatización de flujos de información sobre nosotros hasta una automatización de nosotros mismos. Y dadas las condiciones de creciente ubicuidad reinantes, se ha vuelto ya muy difícil (cuando no imposible) escapar de tan audaz e implacable red. Yo he reclamado aquí que, para recuperar y restablecer nuestro rumbo, hagamos renacer el asombro y la indignación.

(ShoZub)

[...] “Nunca antes en la historia unas corporaciones privadas, con semejante riqueza y poder sin precedentes, habían disfrutado del libre ejercicio de unas economías de acción con el apoyo de una arquitectura global omnipresente de conocimiento y control computacionales ubicuos, construida y mantenida por todo el saber hacer científico avanzado que el dinero puede comprar. Pero lo más significativo del caso es que toda esta declaración de autoatribución de autoridad experimental por parte de Facebook reivindica para los capitalistas de la vigilancia unas prerrogativas o derechos privativos sobre el rumbo futuro del comportamiento de otros. Declarando su presunto derecho a modificar la acción humana en secreto y con ánimo de lucro, el capitalismo de la vigilancia nos convierte en unos exiliados de facto de nuestra propia conducta, y desplaza el locus de control sobre el tiempo futuro desde el «yo haré» hacia el «tú harás»”.

(ShoZub)

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