Mitos fundacionales para tener el campo libre para saquear
En lugar de la economía política clásica, el mito fundacional de hoy es que todos los ingresos y la riqueza se ganan de manera productiva —como si no existiera la renta económica (ingresos no derivados del trabajo) como legado de los privilegios rentistas del feudalismo, y no hubiera riqueza heredada u obtenida con información privilegiada—. Sin embargo, estas han sido las fuerzas que han conformado la historia. Por eso fueron el foco de atención de la economía política clásica, que se propuso liberar a la sociedad de tales privilegios y desigualdades.
Los conceptos analíticos de una sociedad determinan el tipo de realidad resultante. Esta es la razón por la que los parásitos comienzan por tomar el control del cerebro de su huésped. Las enzimas neoliberales se encargan de sedar al huésped industrial, haciéndole creer que el sector financiero es parte de la economía real, en lugar de un agente exterior y extractivo. Este es el primer mito. Los modernos formatos nacionales de contabilidad de ingresos y PIB tratan los sistemas de peaje y otros extractores de rentas como «rendimiento». Los banqueros afirman obtener sus salarios y primas por la «creación de riqueza» (aportación al PIB). Pero exigen ser rescatados por los contribuyentes (o mediante dinero creado al efecto por el banco central) cuando la burbuja que financian estalla, disipando las ficciones económicas que habían creado. Así, el «servicio» que los banqueros afirman que prestan —administrar el dinero de la economía en maneras que incrementen la prosperidad— resulta ser una economía neorrentista, basada en riqueza e ingresos no ganados.
Un segundo mito es el de que todas las deudas se pueden pagar sin perturbar los valores sociales ni polarizar las economías mediante la transferencia de la propiedad a los acreedores. Esta es la ficción que se mantiene cuando se niega la tendencia que tienen las deudas a crecer exponencialmente, más allá de la capacidad de devolverse con los ingresos corrientes. Se fomenta la ilusión de que el pago a los acreedores mediante la venta de la infraestructura pública redundará en beneficio de la productividad y la eficiencia. La realidad se reduce a la búsqueda de rentas. Un mito financiero paralelo es que los invasores corporativos «crean riqueza», con sus tácticas de «bombeo y vaciado», de recompra de acciones y de mayores pagos de dividendos, en lugar de la inversión a largo plazo. Los grupos de presión financieros utilizan estos mitos para adormecer la conciencia popular y trasladar la idea de que el actual crecimiento excesivo de las deudas se puede pagar por la mera imposición de la pobreza generalizada. Para vestir retóricamente su incautación de activos, las élites acreedoras echan mano de una denuncia de los Gobiernos en clave libertaria, como si fueran imprudentes por el mero hecho de tener déficits presupuestarios acudir a los bancos centrales para monetizar el gasto público en la economía. Se habla de la inversión pública, los controles de regulación y los impuestos progresivos como de una sobrecarga o peso muerto.
Al ignorar el grado en que los bancos prestan para inflar los precios de los bienes raíces, acciones y bonos, esta ideología tiene como objetivo persuadir a los votantes de que permitan a los rentistas desmantelar el gobierno progresista y revertir siglos de reforma democrática. Las altas finanzas pretenden designar a sus propios representantes para que se hagan cargo del banco central, el Tesoro y las agencias reguladoras clave, desplazando a los administradores con mandato democrático y guiados por el interés a largo plazo de la economía.
(Mi.Hu.)