Franco Berardi (alias Bifo)
(2016) Fenomenología del fin – Sensibilidad y mutación conectiva
(Fragmento)
...Hoy en día, el universo de los transmisores, el ciberespacio, ya no puede ser trasladado al universo de los receptores, el cibertiempo. Aquí reside un vacío patogénico, ocupado por el florecimiento de la industria psicofarmacológica, que vende más píldoras cada año, dado que las drogas se han vuelto la única manera de tratar el sufrimiento mental, la ansiedad y la tristeza.
A finales de los años setenta, cuando los trabajadores se vieron forzados a acelerar la productividad, se extendió una enorme epidemia de drogadicción en las áreas metropolitanas de industrialización tardía. Cuando el capitalismo entró en la era de la aceleración neohumana, se puso muy de moda la cocaína, una sustancia que acelera el ritmo mental y corporal. En el mismo período, sin embargo, muchas personas comenzaron a inyectarse heroína, una sustancia que desactiva el vínculo entre la percepción individual y la percepción del ritmo circundante. Desde 1970 a 1980, esa epidemia de polvo blanco desencadenó una devastación existencial y cultural cuyas huellas son visibles en la música, la literatura y las artes visuales de la no wave estadounidense y la cultura punk británica. El uso de productos psicofarmacológicos continuó expandiéndose hasta entrar en la era de los antidepresivos y los estimulantes, como Prozac, Xanax, Zoloft, etc.
Puesto que el semiocapitalismo se basa en una constante explotación de la energía mental y la competencia constituye la forma generalizada de las relaciones en el precario mercado laboral, el sufrimiento mental se ha convertido en una epidemia social. La fuente principal de las patologías es la competencia en el área de las relaciones interpersonales. Los síntomas individuales de esta epidemia son el estrés constante de la atención, la reducción del tiempo disponible para los afectos, la soledad, la miseria existencial y luego la angustia, el pánico y la depresión. En este sentido, cada vez son más estrechos los vínculos entre psicopatología y economía. En la transición al semiocapitalismo, el sufrimiento mental ya no concierne a una pequeña minoría de gente rara, sino que tiende a convertirse en la norma de un sistema basado en la explotación del trabajo cognitivo precario.
Mientras el capitalismo buscaba extraer la energía física del cuerpo de los asalariados, la psicopatología podía permanecer recluida en los espacios marginales. ¿A quién le importaba tu sufrimiento mientras estuvieses atornillando, martillando, trabajando en un torno o ensamblando las partes de una máquina? Podías sentirte tan solo como una mosca en una botella, pero tu productividad no se vería afectada por tu soledad y tu dolor porque tus músculos aún podían trabajar.
Contrariamente, hoy en día, el semiocapitalismo requiere de la energía neuronal para el trabajo mental y la alienación crece en el núcleo de la maquinaria social. Altibajos, pánico y depresión son palabras compartidas entre el lenguaje económico y el psicopatológico. Estos términos no son metafóricos, sino pistas de la creciente interdependencia del comportamiento económico y la patología mental.
Después del fin de las vanguardias, después de la infiltración del arte en el territorio de la comunicación social, la estimulación estética se expandió agresivamente en todas las direcciones del panorama mediático, en la publicidad, la televisión, el diseño y el diseño web. El organismo consciente y sensible está envuelto por un flujo semiótico que no solo contiene información, sino también un factor de estimulación perceptiva y excitación psicológica. La estetización generalizada absorbe la energía erótica y la desvía del cuerpo hacia los signos.